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El Señor de los Anillos
JRR Tolkien
PARTE I: La Comunidad del Anillo
PROLOGO
1
De los Hobbits
Este libro trata principalmente de los Hobbits, y el lector descubrirá en
sus páginas mucho del carácter y algo de la historia de este pueblo. Podrá
encontrarse más información en los extractos del Libro Rojo de la Frontera del
Oeste que ya han sido publicados con el título de El Hobbit. El relato tuvo su
origen en los primeros capítulos del Libro Rojo, compuesto por Bilbo Bolsón -el
primer Hobbit que fue famoso en el mundo entero - y que él tituló Historia de
una ida y de una vuelta, pues contaba el viaje de Bilbo hacia el Este y la vuelta,
aventura que más tarde enredaría a todos los Hobbits en los importantes
acontecimientos que aquí se relatan.
No obstante, muchos querrán saber desde un principio algo más de este
pueblo notable y quizás algunos no tengan el libro anterior. Para esos lectores
se han reunido aquí algunas notas sobre los puntos más importantes de la
tradición hobbit, y se recuerda brevemente la primera aventura.
Los Hobbits son un pueblo sencillo y muy antiguo, más numeroso en
tiempos remotos que en la actualidad. Amaban la paz, la tranquilidad y el
cultivo de la buena tierra, y no había para ellos paraje mejor que un campo bien
aprovechado y bien ordenado.
No entienden ni entendían ni gustan de
maquinarias más complicadas que una fragua, un molino de agua o un telar de
mano, aunque fueron muy hábiles con toda clase de herramientas. En otros
tiempos desconfiaban en general de la Gente Grande, como nos llaman y
ahora nos eluden con terror y es difícil encontrarlos. Tienen el oído agudo y la
mirada penetrante, y aunque engordan fácilmente y nunca se apresuran si no
es necesario, se mueven con agilidad y destreza.
Dominaron desde un
principio el arte de desaparecer rápido y en silencio, cuando la Gente Grande
con la que no querían tropezar se les acercaba casualmente, y han
desarrollado este arte hasta el punto de que a los Hombres puede parecerles
verdadera magia. Pero los Hobbits jamás han estudiado magia de ninguna
índole y esas rápidas desapariciones se deben únicamente a una habilidad
profesional, que la herencia, la práctica y una íntima amistad con la tierra han
desarrollado tanto que es del todo inimitable para las razas más grandes y
desmayadas.
Los Hobbits son gente diminuta, más pequeña que los Enanos; menos
corpulenta y fornida, pero no mucho más baja. La estatura es variable, entre
los dos y los cuatro pies de nuestra medida. Hoy pocas veces alcanzan los
tres pies, pero se dice que en otros tiempos eran más altos. De acuerdo con el
Libro Rojo, Bandobras Tuk, apodado el Toro Bramador, hijo de Isengrim Ñ,medía cuatro pies y medio y era capaz de montar a caballo. En los archivos de
los Hobbits se cuenta que sólo fue superado por dos famosos personajes de la
antigüedad, pero de este hecho curioso se habla en el presente libro.
En cuanto a los Hobbits de la Comarca, de quienes tratan estas relaciones,
conocieron en un tiempo la paz y la prosperidad y fueron entonces un pueblo
feliz. Vestían ropas de brillantes colores, y preferían el amarillo y el verde; muy
rara vez usaban zapatos, pues las plantas de los pies eran en ellos duras como
el cuero, fuertes y flexibles y los pies mismos estaban recubiertos de un espeso
pelo rizado, muy parecido al pelo de las cabezas, de color castaño casi
siempre.
Por esta razón el único oficio que practicaban poco era el de
zapatero, pero tenían dedos largos y habilidosos que les permitían fabricar
muchos otros objetos útiles y agradables.
En general los rostros eran
bonachones más que hermosos, anc hos, de ojos vivos, mejillas rojizas y bocas
dispuestas a la risa, a la comida y a la bebida. Reían, comían y bebían a
menudo y de buena gana; les gustaban las bromas sencillas en todo momento
y comer seis veces al día (cuando podían). Eran hospitalarios, aficionados a
las fiestas, hacían regalos espontáneamente y los aceptaban con entusiasmo.
Es en verdad evidente que a pesar de un alejamiento posterior los Hobbits
son parientes nuestros: están más cerca de nosotros que los Elfos y aun que
los mismos Enanos. Antiguamente hablaban las lenguas de los Hombres,
adaptadas a su propia modalidad, y tenían casi las mismas preferencias y
aversiones que los Hombres.
Mas ahora es imposible descubrir en qué
consiste nuestra relación con ellos. El origen de los Hobbits viene de muy
atrás, de los Días Antiguos, ya perdidos y olvidados. Sólo los Elfos conservan
algún registro de esa época desaparecida y sus tradiciones se refieren casi
únicamente a la historia élfica, historia donde los Hombres aparecen muy de
cuando en cuando; a los Hobbits ni siquiera se los menciona. Sin embargo es
obvio que los Hobbits vivían en paz en la Tierra Media muchos años antes que
cualquier otro pueblo advirtiese siquiera que existían. Y como el mundo se
pobló luego de extravías e incontables criaturas, esta Gente Pequeña pareció
insignificante. Pero en los días de Bilbo y de Frodo, heredero de Bilbo, se
transformaron de pronto a pesar de ellos mismos en importantes y famosos, y
perturbaron los Concilios de los Grandes y de los Sabios.
Aquellos días -la Tercera Edad de la Tierra Media- han quedado muy
atrás, y la conformación de las tierras en general ha cambiado mucho; pero las
regiones en que vivían entonces los Hobbits eran sin duda las mismas de
ahora: el Noroeste del Viejo Mundo, al este del Mar. Los Hobbits del tiempo de
Bilbo no sabían de dónde venían. El deseo de conocimiento (fuera de las
ciencias genealógicas) no era común entre ellos, pero había aún descendientes
de antiguas familias que estudiaban sus propios libros y hasta recogían de los
Elfos, los Enanos y los Hombres noticias de épocas pasadas y de tierras
distantes. Los recuerdos propios comienzan luego de que se establecieran en
la Comarca y las leyendas más antiguas apenas si se remontan poco más allá
de los Días del Exodo.
Está perfectamente claro, no obstante, a través de estas leyendas y lo que
puede descubrirse en el lenguaje y las costumbres de los Hobbits, que en un
pasado muy lejano ellos también se desplazaron hacia el oeste, como muchos
otros pueblos. En las historias primitivas hay referencias oscuras a los tiemposen que moraban en los altos valles del Anduin, entre los lindes -del Gran
Bosque Verde y las Montañas Nubladas. No se sabe con certeza por qué
emprendieron más tarde el arduo y peligroso cruce de las Montañas y entraron
en Eriador. Los relatos hobbits hablan de la multiplicación de los Hombres en
la tierra y de una sombra que cayó sobre la floresta y la oscureció, por lo que
fue llamada desde entonces el Bosque Negro.
Antes de cruzar las Montañas, los Hobbits ya se habían dividido en tres
ramas un tanto diferentes - los Pelosos, los Fuertes y los Albos. Los Pelosos
eran de piel más oscura, cuerpo menudo, cara lampiña, y no llevaban botas; de
manos y pies bien proporcionados y ágiles preferían las tierras altas y las
laderas de las colinas. Los Fuertes eran más anchos, de constitución más
sólida; tenían pies y manos más grandes; preferían las llanuras y las orillas de
los ríos. Los Albos, de piel y cabellos más claros, eran más altos y delgados
que los otros: amaban los árboles y los bosques.
Los Pelosos tuvieron relación con los Enanos en tiempos remotos y vivieron
durante mucho tiempo en las estribaciones montañosas. Fueron los primeros
en desplazarse hacia el oeste y vagabundearon por Eriador hasta la Cima de
los Vientos, mientras los otros permanecían en las Tierras Asperas. Eran la
especie más normal, representativa y numerosa de los Hobbits y también la
más sedentaria y la que conservó durante más tiempo el hábito ancestral de
vivir en túneles y cuevas.
Los Fuertes vivieron muchos años a orillas del Río Grande, el Anduin y
temían menos a los Hombres. Vinieron al oeste después de los Pelosos y
siguieron el curso del Sonorona hacia el sur; muchos de ellos vivieron un
tiempo entre Tharbad y los límites de las Tierras Brunas antes de volver al
norte.
Los Albos, los menos numerosos, eran una rama nórdica, más amiga de los
Elfos que el resto de los Hobbits y más hábil para el lenguaje y los cantos que
para los trabajos manuales. Siempre habían preferido la caza a la agricultura.
Cruzaron las montañas al norte de Rivendel y descendieron el Fontegrís. Muy
pronto se mezclaron en Eriador con las ramas ya establecidas allí, pero como
eran más valientes y más aventureros, se los encontraba a menudo como jefes
o caudillos en los clanes de los Pelosos y los Fuertes. Todavía en tiempos de
Bilbo, el fuerte carácter albo podía descubrirse aún en las grandes familias,
tales como los Tuk y los Señores del País de Los Gamos.
En las tierras occidentales de Eriador, entre las Montañas Nubladas y las
Montañas de Lun, los Hobbits encontraron Hombres y Elfos. En efecto, todavía
moraba allí un resto de los Dúnedain, los reyes de los Hombres que vinieron
por el Mar desde Oesternesse; pero iban desapareciendo rápidamente y la
ruina alcanzaba ya a todas las tierras del Reino del Norte. Había pues sitio y
en abundancia para los inmigrantes, y en poco tiempo los Hobbits empezaron a
establecerse en comunidades ordenadas.
De la mayoría de las primitivas
colonias no quedaba ya ni siquiera el recuerdo en tiempos de Bilbo, pero una
de las más importantes se mantenía aún, aunque reducida de tamaño: estaba
en Bree, en medio del bosque de Chet, a unas cuarenta millas al este de la
Comarca.
Fue en aquellos tempranos días, sin duda, cuando los Hobbits aprendieron
el alfabeto y comenzaron a escribir a la manera de los Dúnedain, quienes a su
vez habían aprendido este arte de los Ellos. También en ese tiempo los
Hobbits olvidaron todas las lenguas que habían usado antes, y desde entonceshablaron siempre la Lengua Común, que llamaban Oestron y que era corriente
en todas las tierras de los reyes, desde Arnor hasta Gondor, y a lo largo de
toda la costa del mar, desde Belfalas hasta Lun. Sin embargo, conservaron
unos pocos vocablos de su propio idioma, así como las palabras que
designaban los meses y los días y un gran caudal de nombres personales del
pasado.
Alrededor de esta época la leyenda comenzó a ser historia entre los
Hobbits, al iniciarse el cómputo de los años. Pues fue en el año mil seiscientos
uno de la Tercera Edad cuando los hermanos albos Marcho y Blanco salieron
de Bree y luego de haber obtenido permiso del gran rey de Fornost 1 , cruzaron
el Baranduin, el río pardo, con un gran séquito de Hobbits. Pasaron por el
Puente de los Arbotantes, que había sido construido durante el apogeo del
Reino del Norte y tomaron posesión de la tierra que se extendía más allá,
donde se establecieron entre el río y las Quebradas Lejanas. Todo lo que se
les pidió fue que mantuviesen en buen estado el Puente Grande y los demás
puentes y caminos, que ayudaran a los mensajeros y que reconocieran la
majestad del rey.
Así comenzó la Cronología de la Comarca, pues el año del cruce del
Brandivino -como los Hobbits rebautizaron al Baranduin- se transformó en el
Año Uno de la Comarca y todas las fechas posteriores se calcularon a partir de
entonces. 1 Los Hobbits occidentales se enamoraron en seguida de la nueva
tierra, se quedaron allí y muy pronto desaparecieron de la historia de los
Hombres y de los Elfos. Aunque aún había allí un rey del que eran súbditos
formales, en realidad estaban gobernados por jefes propios y nunca intervenían
en los hechos del mundo exterior. En la última batalla de Fornost con el Señor
Mago de Angmar, enviaron algunos arqueros en ayuda del rey, o por lo menos
así lo afirmaron, si bien esto no aparece en ningún relato de los Hombres. En
esa guerra el Reino del Norte llegó a su fin y entonces los Hobbits se
apropiaron de la tierra y eligieron de entre todos los jefes a un Thain, que
asumió la autoridad del rey desaparecido. Desde entonces, por unos mil años,
vivieron en una paz ininterrumpida. La tierra era rica y generosa y aunque
había estado desierta durante mucho tiempo, en otras épocas había sido bien
cultivada y allí el rey tuvo granjas, maizales, viñedos y bosques.
Desde las Fronteras del Oeste, al pie de las Colinas de la Torre, hasta el
Puente del Brandivino había unas cuarenta leguas y casi cincuenta desde los
páramos del norte hasta los pantanos del sur. Los Hobbits denominaron a
estas tierras la Comarca. La región estaba bajo la autoridad del Thain y era un
distrito de trabajos bien organizados; y allí, en ese placentero rincón del mundo,
llevaron una vida ordenada y dieron cada vez menos importancia al mundo
exterior, donde se movían unas cosas oscuras, hasta llegar a pensar que la
paz y la abundancia eran la norma en la Tierra Media y el derecho de todo
pueblo sensato.
Olvidaron o ignoraron lo poco que habían sabido de los
Guardianes y de los trabajos de quienes hicieron posible la larga paz de la
Comarca. De hecho estaban protegidos, pero no lo recordaban.
En ningún momento los Hobbits fueron amantes de la guerra y jamás
lucharon entre sí. Si bien en tiempos remotos se vieron obligados a luchar,
1
Según las crónicas de Gondor se trataba de Argeleb Ñ, vigésimo rey de la dinastía del Norte que se extinguió con Arvedui
trescientos años más tarde
2
En el calendario de los Elfos y los Dúnedain los años de la Tercera Edad pueden determinarse sumando 16OO años a la cronología
de la Comarcapara subsistir en un mundo difícil, en la época de Bilbo aquello era historia
antigua. La última batalla antes del comienzo de este relato y por cierto la
única que se libró dentro de los límites de la Comarca, ocurrió en una época
inmemorial: fue la batalla de los Campos Verdes, en el año 1147 (CC) en la
que Bandobras Tuk desbarató una invasión de Orcos. Hasta el mismo clima se
hizo más apacible; y los lobos, que en otros tiempos habían llegado desde el
norte devorándolo todo durante los rudos inviernos blancos, eran ahora
cuentos de viejas. Aunque había algún pequeño arsenal en la Comarca, las
armas se usaban generalmente como trofeos: se las colgaba sobre las
chimeneas o en las paredes, o se las coleccionaba en el museo de Cavada
Grande, conocido corno el Hogar de los Mathoms; los Hobbits llamaban
mathom a todo aquello que no tenía uso inmediato y que tampoco se decidían
a desechar.
En las moradas de los Hobbits había a menudo grandes
cantidades de mathoms y muchos de los regalos que pasaban de mano en
mano eran de esa índole.
No obstante, el ocio y la paz no habían alterado el raro vigor de esta gente.
Llegado el momento, era difícil intimidarlos o matarlos; y esa afición incansable
que mostraban por las cosas buenas tenía quizás una razón: podían renunciar
del todo a ellas cuando era necesario y lograban sobrevivir así a los rigores de
la adversidad, de los enemigos o del clima, asombrando a aquellos que no los
conocían y que no veían más allá de aquellas barrigas y aquellas caras
regordetas. Aunque se resistían a pelear y no mataban por deporte a ninguna
criatura viviente, eran valientes cuando se los acosaba y hasta podían manejar
las armas si se presentaba el caso. Tiraban bien con el arco, pues eran de
mirada certera y buena puntería, y si un Hobbit recogía una piedra, lo mejor era
ponerse a resguardo inmediatamente, corno bien lo sabían todas las bestias
merodeadoras.
Los Hobbits habían vivido en un principio en cuevas subterráneas, o así
lo creían y en esas moradas se sentían a gusto. Mas con el transcurso del
tiempo se vieron obligados a adoptar otras viviendas. Lo cierto es que en
tiempos de Bilbo sólo los Hobbits más ricos y los más pobres mantenían en la
Comarca esa vieja costumbre. Los más pobres continuaron viviendo en las
madrigueras primitivas, en realidad simples agujeros, con una sola ventana o
bien ninguna, mientras que los ricos edificaban versiones más lujosas de las
simples excavaciones antiguas.
Pero los terrenos adecuados para estos
grandes túneles ramificados (smials, como ellos los llamaban) no se
encontraban en cualquier parte; y en las llanuras o en los distritos bajos, los
Hobbits, a medida que se multiplicaban, comenzaron a edificar sobre el nivel
del suelo. En efecto, hasta en las regiones montañosas y en las villas más
antiguas, tales como Hobbiton o Alforzada, o en la vecindad principal de la
Comarca, Cavada Grande, en Quebradas Blancas, había ahora muchas casas
de madera, ladrillo o piedra. Por lo general eran las preferidas por molineros,
herreros, cordeleros, carreteros y otros de su clase; porque aun cuando
vivieran en cavernas, los Hobbits conservaban la vieja costumbre de construir
cobertizos y talleres.
El hábito de edificar casas de campo y graneros dicen que comenzó entre
los habitantes de Marjala, a orillas del Brandivino. Los Hobbits de esa región,
llamada Cuaderna del Este, eran más bien grandes y de piernas fuertes yusaban botas de enano en los días de barro. Pero no se ignoraba que tenían
gran proporción de sangre Fuerte, lo que se notaba en el vello que les crecía
en las barbillas. Ni los Pelosos ni los Albos tenían rastro alguno de barba. Los
habitantes de Marjala y Los Gamos, al este del río, donde ellos se instalaron
más tarde, habían llegado a la Comarca en época reciente, en su mayoría
desde el lejano sur.
Conservaban todavía nombres peculiares y palabras
extrañas que no se encontraban en ningún otro lugar de la Comarca.
Es posible que el arte de la edificación, como otros muchos oficios,
proviniera de los Dúnedain. Pero los Hobbits pudieron haberlo aprendido de
los Elfos, los maestros de los Hombres en su juventud. Los Elfos de Alto Linaje
aún no habían abandonado la Tierra Media, y moraban entonces en los
Puertos Grises del Oeste, y en otros lugares al alcance de la Comarca. Tres
torres de los Elfos, de edad inmemorial, podían verse aún más allá de las
fronteras occidentales. Brillaban en la lejanía a la luz sobre una colina verde.
Los Hobbits de la Cuaderna del Oeste decían que podía verse el mar desde
allá arriba, pero no se tiene noticia de que alguno de ellos escalara la torre. En
realidad, muy pocos Hobbits habían navegado, o siquiera visto el mar, y menos
aún habían regresado para contarlo. La mayoría de los Hobbits miraban con
profundo recelo aún los ríos y los pequeños botes, y muy pocos podían nadar.
A medida que el tiempo corría, hablaban menos y menos con los Elfos y
llegaron a tenerles miedo y a desconfiar de quienes los trataban. El mar se
transformó en una palabra pavorosa, y un signo de muerte, y los Hobbits
volvieron la espalda a las colinas del oeste.
El arte de la edificación bien pudo provenir de los Elfos o de los Hombres,
pero los Hobbits lo practicaban a su manera. No construían torres. Las casas
eran generalmente imitaciones de smials, techadas con pasto seco, paja o
turba y de paredes algo combadas.
Este tipo de construcción venía sin
embargo de los primeros días de la Comarca, y cambió y mejoró mucho desde
entonces, incorporando procedimientos aprendidos de los Enanos o
descubiertos por ellos mismos. La principal peculiaridad que subsistió de la
arquitectura hobbit fue la afición a las ventanas redondas, o aun a las puertas
redondas.
Las casas y las cavernas de los Hobbits de la Comarca eran a menudo
grandes y habitadas por familias numerosas. (Bilbo y Frodo eran solteros y por
ello excepcionales, como en muchas otras cosas, entre ellas su amistad con
los Elfos.) En ciertas oportunidades -como el caso de los Tuk de los Grandes
Sm ials o de los Brandigamo de Casa Brandi-, muchas generaciones de
parientes vivían en paz (relativa) en una mansión ancestral de numerosos
túneles. Todos los Hobbits eran, de cualquier modo, gente aficionada a los
clanes y llevaban cuidadosa cuenta de sus parientes. Dibujaban grandes y
esmerados árboles genealógicos con innumerables ramas. Cuando se trata
con los Hobbits es importante recordar quién está emparentado con quién y en
qué grado. Sería imposible en este libro establecer un árbol de familia, aunque
sólo incluyera a los miembros más importantes de las familias más destacadas
en la época a que se refieren estos relatos.
La colección de árboles
genealógicos que se encuentra al final del Libro Rojo de la Frontera del Oeste
es casi un pequeño libro y cualquiera, exceptuando a los Hobbits, la
encontraría excesivamente pesada. Los Hobbits se deleitan con esas cosas, si
son exactas; les encanta tener libros colmados de cosas que ya saben,
expuestas sin contradicciones y honradamente.2
De la hierba para pipa
Hay otra cosa entre los antiguos Hobbits que merece mencionarse; un
hábito sorprendente: absorbían o inhalaban, a través de pipas de arcilla o
madera, el humo de la combustión de una hierba llamada hoja o hierba para
pipa, quizás una variedad de la Nicotiana. Hay mucho misterio en el origen de
esta costumbre peculiar, o de este «arte», como los Hobbits preferían llamarlo.
Todo lo que se descubrió en la antigüedad sobre el tema fue recopilado por
Meriadoc Brandigamo (más tarde señor de Los Gamos) y puesto que él y el
tabaco de la Cuaderna del Sur son parte de la historia que sigue, sus
comentarios en la introducción al Herbario de la Comarca merecen ser citados
aquí.
«Este arte, dice, es el único que podemos reclamar corno de invención
nuestra. En qué época empezaron a fumar los Hobbits es un enigma; todas las
leyendas e historias familiares lo dan por sabido; durante años la gente de la
Comarca fumó diversas hierbas, algunas malolientes, otras aromáticas. Pero
todos los documentos concuerdan en un punto: Tobold Corneta de Valle Largo
en la Cuaderna del Sur fue el primero que cultivó un verdadero tabaco de pipa
en los días de Isengrim II, alrededor del año 1070 de la Cronología de la
Comarca.
Los mejores cultivos todavía provienen de ese distrito,
especialmente las variedades que ahora se conocen como Hoja Valle Largo,
Viejo Toby y Estrella Sureña.
»No está registrado cómo el viejo Toby obtuvo la planta, pues murió sin
decírselo a nadie. Sabía mucho sobre hierbas, aunque no era viajero. Se
cuenta que en su juventud iba a menudo a Bree; ciertamente nunca se alejó de
la Comarca más allá de Bree. Por lo tanto es muy posible que haya conocido
esta planta en Bree, donde hoy se da bien en la vertiente sur de la colina; los
Hobbits de Bree pretenden haber sido los primeros fumadores de esta hierba.
Aseguran, por supuesto, que se adelantaron en todo a la gente de la Comarca,
a quienes llaman "colonos"; pero en este caso la pretensión es, a mi entender,
probablemente cierta, pues todo indica que fue en Bree donde nació el arte de
fumar la verdadera hierba, y desde allí se extendió en el curso de los últimos
siglos entre los Enanos y algunos otros pueblos, como los Montaraces, los
Magos y los vagabundos que iban y venían aún por aquella antigua encrucijada
de caminos. El centro y hogar de este arte se encuentra, pues, en la posada
de Bree, El Poney Pisador, propiedad de la familia Mantecona desde épocas
remotas.
»Al mismo tiempo, mis propias observaciones en los viajes que hice al sur
me convencieron de que la hierba no es originaria de nuestra región, sino que
vino del Anduin inferior hacia el norte, traída, creo yo, del otro lado del Mar por
los Hombres de Oesternesse. Crece en abundancia en Gondor, y allí es más
grande y exuberante que en el norte, donde nunca se la encuentra en estado
salvaje; florece sólo en lugares cálidos y abrigados, como Valle Largo. Los
Hombres de Gondor la llaman galenas dulce, y la aprecian por la fragancia de
las flores. Desde esas tierras la habrían llevado al norte remontando el Camino
Verde durante los largos siglos que median entre la llegada de Elendil ynuestros días. Pero hasta los Dúnedain de Gondor nos otorgan este crédito:
los Hobbits fueron los primeros que la fumaron en pipa. Ni siquiera los Magos
lo intentaron antes que nosotros. Aunque un mago que conocí adquirió este
arte mucho tiempo atrás, mostrándose tan hábil como en todas las otras cosas
a las que llegó a dedicarse.»
3
De la ordenación de la Comarca
La Comarca se dividía en cuatro distritos, las Cuadernas, denominadas
del Norte, del Sur, del Este y del Oeste y éstas a su vez en regiones que aún
llevaban los nombres de algunas de las viejas familias principales, aunque en
la época de esta historia esos nombres no se encontraban sólo en las regiones
respectivas. Casi todos los Tuk vivían aún en las Tierras de Tuk, lo que no
ocurría con muchas otras familias, tales como los Bolsón o los Boffin.
La Comarca en ese entonces apenas tenía «gobierno».
Las familias
cuidaban en general de sus propios asuntos y dedicaban la mayor parte del día
al cultivo y consumo de alimentos. En otras cuestiones eran por lo común
gente generosa, tranquila y poco ambiciosa, de modo que las heredades,
granjas, talleres y pequeñas industrias tendían a conservarse invariables
durante generaciones.
La antigua tradición que hablaba de un rey de Fornost o Norburgo, como lo
llamaban muy al norte de la Comarca, se conservaba aún, por supuesto. Pero
no había habido rey durante casi mil años y las ruinas de Norburgo estaban
cubiertas de hierba. Sin embargo, los Hobbits se acordaban aún de pueblos
salvajes y criaturas malignas (como los trolls) que no habían oído hablar del
rey. Atribuían al antiguo rey todas las leyes esenciales y por lo general las
aceptaban de buen grado, ya que eran Los Preceptos (como ellos decían) a la
vez antiguos y justos.
Es verdad que la familia Tuk ocupó una posición preeminente durante
mucho tiempo; el cargo de Thain había pasado de los Gamoviejo a los Tuk
algunos siglos antes y desde entonces el jefe Tuk había llevado siempre ese
título.
El Thain era jefe de la Asamblea de la Comarca y capitán del
acantonamiento y la tropa. Pero como la tropa y la Asamblea eran convocadas
sólo en casos de emergencia, que ya no ocurrían, la dignidad del Thain era
apenas nominal. A la familia Tuk se la respetaba especialmente, pues seguía
siendo numerosa y muy rica y tenía la capacidad de producir en cada
generación personajes recios, de costumbres peculiares, y aun de
temperamento aventurero. Estas últimas cualidades, sin embargo, eran más
toleradas (en los ricos) que generalmente aprobadas. No obstante, se mantuvo
la costumbre de llamar el Tuk al jefe de la familia, y se agregaba al nombre -si
era necesario- un número, como por ejemplo Isengrim Ñ.
El único oficial verdadero en la Comarca era en esa época el Alcalde de
Cavada Grande (o de la Comarca) y que era elegido cada siete años en la
Feria Libre de las Quebradas Blancas, en Lithe, es decir, a mediados del
verano.
Como alcalde, su casi única obligación consistía en presidir los
banquetes en las fiestas de la Comarca, que se celebraban con frecuencia.
Pero a la alcaldía se agregaban los oficios de jefe de Correos y Primer Oficial,
de modo que el alcalde ordenaba tanto los servicios de mensajeros como lospoliciales. Estos eran los únicos servicios de la Comarca, y los mensajeros, los
más numerosos y los más atareados. Los Hobbits no eran todos instruidos, de
ningún modo; pero los que lo eran escribían constantemente a todos los
amigos y algunos parientes que vivían más allá de una tarde de marcha.
Oficiales era el nombre que los Hobbits daban a sus policías o al
equivalente más cercano. Por supuesto, no llevaban uniforme (cosas así eran
completamente desconocidas), sino una simple pluma en el sombrero, y en la
práctica eran guardias campestres, más que policías y se ocupaban más de los
animales extraviados que de las gentes. En toda la Comarca sólo había doce:
tres en cada Cuaderna, para trabajos internos. Un cuerpo bastante mayor, que
variaba de acuerdo con la necesidad, estaba dedicado a «batir las fronteras» e
impedir que los Extraños de cualquier clase, grandes o pequeños, molestaran
demasiado.
En la época en que empieza esta historia, los Fronteros, como se los
llam aba, se habían multiplicado mucho. Había numerosos informes y quejas
acerca de personas y criaturas extravías que merodeaban fuera o dentro de los
lindes: primer signo de que todo no estaba completamente en orden, como lo
había estado siempre, excepto en cuentos y leyendas de otro tiempo. Muy
pocos prestaron atención a tales indicios y ni siquiera Bilbo tenía aún noción de
lo que esto presagiaba. Habían pasado sesenta años desde que emprendiera
el memorable viaje, y era viejo hasta para los Hobbits, quienes alcanzaban a
veces los cien años, pero evidentemente conservaba mucho de la considerable
fortuna que había traído de vuelta. Cuánto, o cuán poco, no lo había revelado
a nadie, ni siquiera a Frodo, su sobrino favorito. Y todavía guardaba en secreto
el Anillo que había encontrado.
4
Del descubrimiento del Anillo
Como se cuenta en El Hobbit, un día llegó a la puerta de Bilbo el gran
Mago, Gandalf el Gris y con él trece Enanos: nada menos que Thorin Escudo-
de-Roble, descendiente de reyes, y doce compañeros de exilio. Bilbo salió con
ellos, del todo perplejo, en una mañana de abril del año 1341 de la Cronología
de la Comarca, a la búsqueda del gran tesoro: el tesoro oculto de los Reyes
Enanos de la Montaña, debajo de Erebor en el Valle, lejos al este. La
búsqueda fue fructífera, y dieron muerte al Dragón que custodiaba el tesoro.
Sin embargo, aunque antes del triunfo final se libró la batalla de los Cinco
Ejércitos, en la que murió Thorin, y se realizaron muchas proezas, el asunto
habría incumbido apenas a la historia posterior o sólo hubiera merecido algo
más que un comentario en los largos anales de la Tercera Edad, de no haber
mediado una causa fortuita: el grupo fue asaltado por Orcos en un alto paso de
las Montañas Nubladas, en el camino hacia las Tierras Asperas, y sucedió que
Bilbo se perdió un tiempo en las profundas y negras minas subterráneas de los
Orcos, bajo la montaña, y allí, tanteando en vano en la oscuridad, posó la mano
sobre un anillo, caído en el piso de un túnel. Se lo guardó en el bolsillo. En
ese momento sólo pensó que había tenido suerte.
Tratando de encontrar la salida, Bilbo siguió descendiendo a las
profundidades de la montaña, hasta que no pudo continuar. En el fondo de la
galería había un lago helado, lejos de toda luz, y en una isla rocosa, en mediode las aguas, vivía Gollum. Era una pequeña y aborrecible criatura; impulsaba
un botecito con unos pies anchos y planos, acechando con ojos pálidos y
luminosos; metía los dedos largos en el agua, sacaba un pez ciego, y se lo
devoraba crudo. Se alimentaba de cualquier cosa viviente, aun Orcos, si podía
apresarlos y estrangularlos sin lucha. Era dueño de un tesoro secreto que
había llegado a él en pasadas edades, cuando todavía vivía a la luz: un Anillo
de oro que hacía invisible a quien lo usaba. Era lo único que amaba, su
«tesoro», y hablaba con él aunque no lo llevaba consigo. Lo mantenía oculto y
a salvo en un agujero de la isla, excepto cuando cazaba o espiaba a los Orcos
de las minas.
Quizás habría atacado a Bilbo inmediatamente, si cuando se encontraron
hubiese llevado el Anillo; pero no fue así, y el hobbit tenía en la mano una daga
de los Elfos, que le servía de espada. Para ganar tiempo, Gollum desafió a
Bilbo al juego de los enigmas, diciéndole que propondría un enigma, y si Bilbo
no podía resolverlo, lo mataría y se lo comería. Pero si Bilbo lo derrotaba,
haría lo que él quisiera y le mostraría la salida a través de los túneles,
Perdido sin esperanza en las tinieblas y no pudiendo avanzar ni retroceder,
Bilbo aceptó el desafío. Se plantearon mutuamente los enigmas. Por fin Bilbo
ganó, quizá más por buena suerte que por inteligencia, pues al plantearle a
Gollum otro enigma, encontró en el bolsillo el Anillo que había recogido y
olvidado y exclamó: ¿Qué tengo en el bolsillo? Gollum no pudo responder,
aunque consiguió que Bilbo aceptara tres respuestas.
Las autoridades, es cierto, difieren acerca de si esta última era una simple
pregunta o un verdadero enigma, de acuerdo con las reglas estrictas del juego;
pero todos están de acuerdo en que después de aceptar y tratar de adivinar la
respuesta, la promesa ataba a Gollum. Bilbo lo obligó a mantener su palabra,
pues se le ocurrió la idea de que ese ser escurridizo podía ser falso, aunque
tales promesas eran sagradas y aun las criaturas más malignas siempre
habían temido romperlas. Pero después de pasar tantos años solo en la
oscuridad, el corazón de Gollum era negro y abrigaba la traición. Se escabulló
y retornó a su isla no muy lejana, en las aguas oscuras, de la que Bilbo nada
sabía. «Allí, pensaba, estaba el Anillo.» Se sentía ahora hambriento y enojado;
pero una vez que tuviese el «tesoro» con él, ya no temería ningún ataque.
Pero el Anillo no estaba en la isla; lo había perdido o había desaparecido.
El grito penetrante de Gollum estremeció a Bilbo, quien todavía no entendía lo
que había pasado. Gollum había encontrado por fin la respuesta al enigma,
pero demasiado tarde. ¿Qué tiene en el bolsillo?, gritó. Los ojos le brillaban
como una llamarada verde cuando volvió rápidamente sobre sus pasos,
decidido a asesinar al hobbit y recobrar el «tesoro». Justo a tiempo, Bilbo vio el
peligro y huyó ciegamente por el pasaje, alejándose del agua; y una vez más la
buena suerte lo salvó. Porque mientras corría metió la mano en el bolsillo, y el
Anillo se le deslizó suavemente en el dedo; de modo que Gollum pasó a su
lado sin verlo cuando iba a vigilar la puerta de salida para que el «ladrón» no
escapase. Bilbo siguió cautelosamente a Gollum, que corría maldiciendo y
hablando consigo mismo sobre su «tesoro». Por esta charla Bilbo entendió al
fin y la esperanza acudió a él en las sombras; había encontrado el maravilloso
Anillo y con él la probabilidad de escapar de los Orcos y de Gollum.
Por fin se detuvieron frente a una abertura oculta que llevaba a las puertas
inferiores de las minas, en la ladera oriental de las montañas. Allí Gollum se
agazapó, acechando, husmeando, y escuchando.
Bilbo estuvo tentado deatravesarlo con la espada, pero le dio lástima, pues aunque tenía el Anillo, que
era su única esperanza, no lo utilizaría como ayuda para matar a la miserable
criatura a traición. Por último, armándose de coraje, saltó por encima de
Gollum en la oscuridad y huyó pasaje adelante perseguido por los gritos de
odio y desesperación de su enemigo: ¡Ladrón! ¡Ladrón! ¡Bolsón! ¡Te odiaré
siempre!
Cosa curiosa, pero ésta no es la historia que Bilbo contó al principio a
sus compañeros. Les dijo que Gollum le había prometido un regalo, si él, Bilbo,
ganaba en el juego; pero cuando Gollum fue a la isla descubrió que el tesoro
había desaparecido: era un Anillo mágico que le habían regalado en un
cumpleaños mucho tiempo atrás. Bilbo sospechaba que ése era el Anillo que
había encontrado y como había ganado el juego, le correspondía por derecho.
Pero como en aquel momento se encontraba en un apuro, no había dicho nada
y dejó que Gollum le mostrase la salida al exterior más como recompensa que
como regalo. Bilbo asentó este informe en sus memorias, y parece que nunca
lo alteró, ni siquiera después del Concilio de Elrond. Evidentemente sigue
apareciendo así en el Libro Rojo y en varias copias y resúmenes. Pero muchos
ejemplares contienen la verdadera versión (como una variante), derivada sin
duda de notas de Frodo o Samsagaz, pues ambos conocieron la verdad,
aunque parece que no desearon cambiar nada de lo que el viejo hobbit había
escrito.
Gandalf, sin embargo, en seguida puso en duda la historia original de Bilbo
y quiso saber algo más del Anillo. Al fin obtuvo la verdadera historia después
de mucho preguntar a Bilbo, lo que por un tiempo enfrió las relaciones entre
ellos; el mago entendía que la verdad era importante. Aunque no se lo dijo a
Bilbo, pensó que era también importante y perturbador saber que el buen
hobbit no había dicho la verdad desde el principio, cosa bastante contraria a su
costumbre. La idea de un «regalo», sin embargo, no era mera invención del
hobbit. Se la había sugerido a Bilbo y así lo confesó, lo que alcanzó a oír a
Gollum, quien en efecto denominó al Anillo muchas veces «regalo de
cumpleaños». También esto le pareció a Gandalf extraño y sospechoso, pero
no descubrió la verdad al respecto hasta muchos años después, como se verá
en este libro.
De las posteriores aventuras de Bilbo muy poco hay que decir aquí. Con
ayuda del Anillo escapó de los Orcos que guardaban la puerta y se reunió con
sus compañeros. Usó el Anillo muchas veces mientras iba de un lado a otro,
principalmente para ayudar a sus amigos, pero guardó el secreto todo lo que
pudo. Ya en su casa nunca habló de él con nadie, excepto con Gandalf y
Frodo; y ningún hobbit de la Comarca supo de la existencia del Anillo, o por lo
menos así lo creyó él. Sólo a Frodo mostró el informe de viaje que estaba
escribiendo.
Colgó la espada, Dardo, sobre el hogar, y la maravillosa cota de malla,
regalo de los Enanos, tomada del tesoro escondido del Dragón, la prestó a un
museo: la Casa de los Mathoms de Cavada Grande. Pero en una gaveta, en
Bolsón Cerrado, conservó el vicio manto y la caperuza que había llevado en
sus viajes. En cuanto al Anillo, lo guardó siempre en un bolsillo sujeto a una
hermosa cadena.Volvió a su hogar en Bolsón Cerrado el 22 de junio de su quincuagésimo
segundo año (1342 CC), y nada digno de mención sucedió en la Comarca
hasta que el señor Bolsón comenzó a preparar la celebración de su
cumpleaños centésimo decimoprimero (1401 CC). En ese punto comienza
esta Historia.NOTA SOBRE LOS ARCHIVOS
DE LA COMARCA
Afines de la Tercera Edad el papel desempeñado por los Hobbits en los
importantes acontecimientos que llevaron a la inclusión de la Comarca en el
Reino Reunido despertó en ellos una mayor curiosidad por la propia historia y
numerosas tradiciones que hasta entonces habían sido sobre todo orales,
fueron recogidas y consignadas por escrito. Las más grandes familias se
interesaron también en los acontecimientos del Reino en general y muchos de
sus miembros estudiaron las historias y leyendas antiguas. Al concluir la
Cuarta Edad había ya en la Comarca numerosas bibliotecas que contenían
muchos libros de historia y archivos.
Las más importantes de esas colecciones eran sin duda las de Torres de
Abajo en Grandes Smials y en Casa Brandi. El presente relato del fin de la
Tercera Edad fue sacado en su mayor parte del Libro Rojo de la Frontera del
Oeste. Fuente principal para la historia de la Guerra del Anillo, se llama así
por haber sido conservado mucho tiempo en las Torres de Abajo, residencia
de los Belinfante, guardianes de la Frontera del Oeste. El libro fue en un
principio el diario personal de Bilbo, que lo llevó a Rivendel. Frodo lo trajo
luego a la Comarca junto con muchas hojas de notas y en los años 142O-21
(CC) completó casi del todo la historia de la guerra. Pero anexados a esas
páginas y conservados con ellas, probablemente en una caja roja, había tres
gruesos volúmenes encuadernados en cuero rojo que Bilbo le entregó como
regalo de despedida. A estos cuatro volúmenes se le sumó en la Frontera del
Oeste un quinto con comentarios, genealogías y otras referencias a propósito
de los Hobbits de la Comunidad.
El Libro Rojo original no se conserva, pero se hicieron muchas copias, sobre
todo del primer volumen, para uso de los descendientes de los hijos del señor
Samsagaz.
Sin embargo, la copia más importante fue conservada en
Grandes Smials y se escribió en Gondor, sin duda a pedido del biznieto de
Peregrin y completada en 1592 (CC). El escriba del Sur añadió la nota
siguiente: «Findigal, escriba del rey, termina esta obra en IV 72. Es copia fiel
del Libro del Thain de Minas Tirith, por orden del rey Elessar, del Libro Rojo
de Periannath, que fue traído por el Thain Peregrin cuando se retiró a Gondor
en IV 64.»
El Libro del Thain fue así la primera copia del Libro Rojo y contiene muchas
cosas hasta entonces omitidas o perdidas. En Minas Tirith se le añadieron
numerosas anotaciones y citas en lenguas élficas y se le agregó una versión
abreviada de parte de la Historia de Aragorn y de Arwen, que no se refiere a
la guerra. Se supone que la historia completa fue escrita por Barahir, nieto
del senescal Faramir, poco después de la muerte del rey. Pero la copia de
Findagil es importante porque sólo ella reproduce la totalidad de las
traducciones del élfico que Bilbo llevara a cabo. Se ha comprobado que esos
tres volúmenes son una obra de gran talento y erudición, y que entre los años
14O3 y 1418 Bilbo se sirvió de todas las fuentes tanto orales como escritas de
que disponía en Rivendel. Pero como Frodo aparece citado pocas veces,
pues esas páginas se refieren casi exclusivamente a los Días Antiguos, no
diremos más aquí.
Como Meriadoc y Peregrin llegaron a ser cabezas de grandes familias,
manteniendo siempre alguna relación con las gentes de Rohan y Gondor, enlas bibliotecas de Los Gamos y Alforzada se encuentran muchas cosas que
no aparecen en el Libro Rojo. En Casa Brandi abundaban los libros que
trataban de Eriador y la historia de Rohan. Algunos fueron compuestos o
comenzados por el mismo Meriadoc, aunque en la Comarca se lo recuerda
sobre todo por el Herbario de la Comarca y su Cronología donde estudió las
relaciones de los calendarios de la Comarca y de Bree con los de Rivendel,
Gondor 3- Rohan. Meriadoc escribió también un breve tratado, Palabras y
Nombres Antiguos de la Comarca, donde se interesa particularmente en
descubrir el parentesco de la lengua de los Rohirrim con algunas palabras de
la Comarca, como mathom y los elementos antiguos en los nombres
topográficos.
Los libros de Grandes Smials tenían menos interés para las gentes de la
Comarca, aunque son en verdad importantes para la historia más general.
Ninguno de ellos era de mano de Peregrin, pero él y sus sucesores reunieron
muchos manuscritos de los escribas de Gondor, principalmente copias y
resúmenes de historias y leyendas relativas a Elendil y sus herederos. Sólo
aquí en la Comarca es posible encontrar abundante material para la historia
de Númenor y el ascenso de Sauron. La Historia de los Años fue compuesta
sin duda en Grandes Smials a partir de unos textos reunidos por Meriadoc.
Aunque las fechas son a menudo conjeturases, sobre todo para la Segunda
Edad, merecen alguna atención.
Es posible que Meriadoc haya obtenido
información de Rivendel, que visitó muchas veces. Los hijos de Elrond,
aunque él ya había muerto, permanecieron allí muchos años junto con
algunos Altos Elfos. Se dice que Celeborn fue a vivir allí luego de la muerte
de Galadriel, pero no hay ninguna noticia sobre el día en que partió al fin
hacia los Puertos Grises, y con él desapareció el último testigo de los Días
Antiguos en la Tierra Media.LA COMUNIDAD DEL ANILLO
Primera Parte de
El Señor de los AnillosLIBRO PRIMERO1
UNA REUNION MUY ESPERADA
Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy
pronto celebraría su cumpleaños centésimo decimoprimero con una fiesta de
especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton.
Bilbo era muy rico y muy peculiar y había sido el asombro de la Comarca
durante sesenta años, desde su memorable desaparición e inesperado
regreso. Las riquezas que había traído de aquellos viajes se habían convertido
en leyenda local y era creencia común, contra todo lo que pudieran decir los
viejos, que en la colina de Bolsón Cerrado había muchos túneles atiborrados
de tesoros. Como si esto no fuera suficiente para darle fama, el prolongado
vigor del señor Bolsón era la maravilla de la Comarca. El tiempo pasaba, pero
parecía afectarlo muy poco. A los noventa años tenía el mismo aspecto que a
los cincuenta.
A los noventa y nueve comenzaron a considerarlo «bien
conservado», pero «sin cambios» hubiese estado más cerca de la verdad.
Había muchos que movían la cabeza pensando que eran demasiadas cosas
buenas; parecía injusto que alguien tuviese (en apariencia) una juventud eterna
y a la vez (se suponía) bienes inagotables.
-Tendrá que pagar -decían-. ¡No es natural, y traerá problemas!
Pero tales problemas no habían llegado y como el señor Bolsón era generoso
con su dinero, la mayoría de la gente estaba dispuesta a perdonarle sus
rarezas y su buena fortuna. Se visitaba con sus parientes (excepto, claro está,
los Sacovilla-Bolsón) y contaba con muchos devotos admiradores entre los
hobbits de familias pobres y poco importantes. Sin embargo, no tuvo amigos
íntimos, hasta que algunos de sus primos más jóvenes fueron haciéndose
adultos.
El primo mayor y el favorito de Bilbo, era el joven Frodo Bolsón. Cuando
Bilbo cumplió noventa y nueve, adoptó a Frodo como heredero y lo llevó a vivir
consigo a Bolsón Cerrado; las esperanzas de los Sacovilla-Bolsón se
desvanecieron del todo. Ocurría que Bilbo y Frodo cumplían años el mismo
día: el 22 de septiembre. «Mejor será que te vengas a vivir aquí, muchacho»,
dijo Bilbo un día, «y así podremos celebrar nuestros cumpleaños cómodamente
juntos». En aquella época, Frodo estaba todavía en la «veintena», como los
hobbits llamaban a los irresponsables veinte años que median entre los trece y
los treinta y tres.
Pasaron doce años más. Los Bolsón habían dado siempre bulliciosas
fiestas de cumpleaños en Bolsón Cerrado; pero ahora se tenía entendido que
algo muy excepcional se planeaba para el otoño. Bilbo cumpliría ciento once
años, un número bastante curioso y una edad muy respetable para un hobbit
(el viejo Tuk había alcanzado sólo los ciento treinta; y Frodo cumpliría treinta y
tres, un número importante: el de la mayoría de edad).
Las lenguas empezaron a moverse en Hobbiton y Delagua: el rumor del
próximo acontecimiento corrió por todo el país. La historia y el carácter del
señor Bilbo fueron de nuevo el tema principal de conversación y las gentes másviejas descubrieron que los cuentos del pasado eran de pronto bien recibidos
por todos. Nadie tuvo auditorio más atento que el viejo Ham Gamyi conocido
comúnmente como «el Tío». Contaba sus historias en La Mata de Hiedra, una
pequeña posada en el camino de Delagua y hablaba con cierta autoridad, pues
había cuidado el jardín de Bolsón Cerrado durante cuarenta años y
anteriormente había ayudado al viejo Cavada en esas mismas tareas. Ahora
que envejecía y se le endurecían las articulaciones, el trabajo estaba a cargo
generalmente de su hijo más joven, Sam Gamyi. Tanto el padre como el hijo
tenían muy buenas relaciones con Bilbo y Frodo. Vivían en la Colina misma,
en Bolsón de Tirada número 3, justo debajo de Bolsón Cerrado.
-El señor Bilbo es un caballero hobbit muy bien hablado, como he dicho
siempre -declaró el Tío.
Decía la verdad, pues Bilbo era muy cortés con él y lo llamaba «maestro
Hamfast» y lo consultaba constantemente sobre el crecimiento de las
legumbres; en materia de tubérculos, especialmente de patatas, reconocía al
Tío como autoridad máxima en las vecindades (incluyéndose él mismo).
-¿Quién es ese Frodo que vive con él? -preguntó el viejo Nogales de
Delagua-. Se apellida Bolsón, pero dicen que es mitad Brandigamo. No
entiendo por qué un Bolsón de Hobbiton ha de buscar esposa en Los Gamos,
donde la gente es tan extraña.
-Claro que son extraños -intervino Papá Dospiés, el vecino del Tío- pues
viven en la orilla mala del Brandivino y a la derecha de Bosque Viejo. Un lugar
siniestro y tenebroso, si es cierto la mitad de lo que se cuenta.
-¡Tienes razón! -dijo el Tío-. No porque los Brandigamo de Los Gamos
vivan en Bosque Viejo; pero son una familia rara, parece. Se divierten con
botes en ese gran río y eso no es natural; no me asombra que no salga nada
bueno; pero de cualquier modo el señor Frodo es un joven hobbit tan agradable
como el que más. Muy parecido al señor Bilbo y no sólo en el aspecto. Al fin y
al cabo, el padre era un Bolsón. Hobbit decente y respetable, el señor Drogo
Bolsón, nunca dio mucho que hablar, hasta que se ahogó.
-¿Se ahogó? -dijeron varias voces. Habían oído antes este y otros rumores
más sombríos, naturalmente; pero los hobbits tienen pasión por las historias de
familia, y estaban dispuestos a oírlo todo de nuevo.
-Bien, así dicen -dijo el Tío-. Verán: el señor Drogo se casó con la pobre
señorita Prímula Brandigamo; ella era prima hermana por parte de madre de
nuestro señor Bilbo (la madre era la hija menor del viejo Tuk) y el señor Drogo
era un primo segundo. Así el señor Frodo es primo hermano y segundo del
señor Bilbo, o sobrino por ambas partes, si ustedes me siguen. El señor Drogo
estaba viviendo en Casa Brandi con el suegro, el viejo señor Gorbadoc, cosa
que hacía a menudo (pues era de muy buen comer, y la mesa del viejo
Gorbadoc estaba siempre bien servida), y salió a navegar por el Brandivino; se
ahogaron él y su mujer; el pobre señor Frodo era niño aún.
-He oído que se fueron al río después de la cena, a la luz de la luna -dijo el
viejo Nogales-, y que fue el peso de Drogo lo que hizo zozobrar la
embarcación.
-Y yo he oído que ella lo empujó y que él tiró de ella y la arrastró al agua -
dijo Arenas, el molinero de Hobbiton.
-No prestes atención a todo lo que se dice, Arenas -dijo el Tío, que no
estimaba mucho al molinero-. No es necesario hablar de empujones y tirones.
Los botes son bastante traicioneros aun para los pasajeros más apacibles. Nole busquemos cinco pies al gato. De cualquier manera el señor Frodo quedó
huérfano, desamparado, como se dice, entre aquellos extraños gamunos, y fue
educado de algún modo en Casa Brandi. Una simple conejera, según dicen.
El viejo señor Gorbadoc nunca tenía menos de doscientos parientes en el
lugar. El señor Bilbo se mostró de veras bondadoso cuando trajo al joven a
vivir entre gente decente.
»Pero reconozco que fue un rudo golpe para los Sacovilla-Bolsón.
Pensaban quedarse en Bolsón Cerrado, cuando Bilbo desapareció y se le dio
por muerto. Y he aquí que vuelve, los echa y sigue viviendo y viviendo,
manteniéndose siempre joven, ¡bendito sea! Y de pronto presenta un heredero
con todos los papeles en regla. Los Sacovilla-Bolsón nunca volverán a ver
Bolsón Cerrado por dentro, o al menos así lo esperamos.
-He oído decir que hay una considerable cantidad de dinero escondida allí -dijo
un extranjero, viajante de comercio de Cavada Grande en la Cuaderna del
Oeste-, y que todo lo alto de la colina de ustedes está plagado de túneles
atestados de cofres con plata, oro y joyas, según he oído.
-Entonces ha oído más de lo que yo podría decir ahora -respondió el Tío-.
No sé nada de joyas. El señor Bilbo es generoso con su dinero y parece no
faltarle; pero no sé nada de túneles. Vi al señor Bilbo cuando volvió, unos
sesenta años atrás, cuando yo era muchacho. A poco de emplearme como
aprendiz, el viejo Cavada (primo de mi padre) me hizo subir a Bolsón Cerrado
para ayudarlo a evitar que la gente pisoteara el jardín mientras duraba la
subasta y he aquí que en medio de todo aparece el señor Bilbo subiendo la
colina, montado en un poney y cargando unas valijas enormes y un par de
cofres. No dudo de que esta carga fuera en su mayor parte ese tesoro que él
trajo de sitios lejanos, donde hay montañas de oro, según dicen, pero no era
tanto como para llenar túneles. Mi muchacho Sam sabrá más acerca de esto,
pues allí entra y sale cuando quiere. Lo enloquecen las viejas historias y
escucha todos los relatos del señor Bilbo. El señor Bilbo le ha enseñado a leer,
sin que ello signifique un daño, noten ustedes, y espero de veras que no le
traiga ningún daño.
»¡Ellos y dragones!, le digo yo. Coles y patatas son más útiles para mí y
para ti. No te mezcles en los asuntos de tus superiores o te encontrarás en
dificultades demasiado grandes para ti, le repito constantemente. Y he de decir
lo mismo a otros -agregó, mientras miraba al extranjero y al molinero.
Pero el Tío no convenció a su auditorio. La leyenda de la riqueza de Bilbo
estaba ya firmemente grabada en las mentes de las nuevas generaciones de
hobbits.
-Ah, pero es muy probable que él haya seguido aumentando lo que trajo al
principio -arguyó el molinero, haciéndose eco de la opinión general-. Se
ausenta muy a menudo, y miren la gente extranjera que lo visita: Enanos que
llegan de noche; ese viejo hechicero vagabundo, Gandalf y todos.
Usted
puede decir lo que quiera, Tío, pero Bolsón Cerrado es un lugar extraño, y su
gente más extraña aún.
-Y usted también puede decir lo que quiera, aunque de esto sabe tan poco
como de cuestiones de botes, señor Arenas -replicó el Tío, a quien el molinero
le resultaba más antipático que de costumbre-. Si eso es ser extraño, entonces
podemos encontrar cosas un poco más extrañas por estos lugares. Hay
alguien, no muy lejos de aquí, que no ofrecería un vaso de cerveza a un amigo,
aunque viviese en una cueva de paredes doradas. Pero en Bolsón Cerrado lascosas se hacen bien. Nuestro Sam dice que todos serán invitados a la fiesta y
que habrá regalos, no lo dude. Regalos para todos y en este mismo mes.
El mes era septiembre; un septiembre tan hermoso como se pudiera
pedir. Uno o dos días más tarde se extendió el rumor (probablemente iniciado
por el mismo Sam) de que habría fuegos artificiales como no se habían visto en
la Comarca durante casi un siglo, al menos desde la muerte del viejo Tuk.
Los días se sucedían y El Día se acercaba. Un vehículo de extraño
aspecto, cargado con bultos de extraño aspecto, entró en Hobbiton una noche
y subió la Colina de Bolsón Cerrado. Los Hobbits espiaban asombrados desde
el umbral de las puertas, a la luz de las lámparas. La gente que manejaba el
carro era extranjera: enanos encapuchados de largas barbas que entonaban
raras canciones. Unos pocos se quedaron en Bolsón Cerrado. Hacia fines de
la segunda semana de septiembre un carro que parecía venir del Puente del
Brandivino entró en Delagua en pleno día. Lo conducía un viejo. Llevaba un
puntiagudo sombrero azul, un largo manto gris y una bufanda plateada. Tenía
una larga barba blanca y cejas espesas que le asomaban por debajo del ala del
sombrero. Unos niñitos hobbits corrieron detrás del carro, a través de todo
Hobbiton, loma arriba. Llevaba una carga de fuegos de artificio, tal como lo
imaginaban. Frente a la puerta principal de la casa de Bilbo, el viejo comenzó
a descargar; eran grandes paquetes de fuegos de artificio de muchas clases y
formas, todos marcados con una gran G
roja y la runa élfica,
Era la marca de Gandalf, naturalmente, y el viejo era Gandalf el mago, de
reconocida habilidad en el manejo de fuegos, humos y luces y famoso por esto
en la Comarca. La verdadera ocupación de Gandalf era mucho más difícil y
peligrosa, pero el pueblo de la Comarca no lo sabía. Para ellos Gandalf no era
más que una de las «atracciones» de la fiesta. De aquí la excitación de los
niños hobbits.
-¡La G es de Grande! -gritaban y el viejo sonreía. Lo conocían de vista,
aunque sólo aparecía en Hobbiton ocasionalmente y nunca se detenía mucho
tiempo. Pero ni ellos ni nadie, excepto los más viejos de los más viejos, habían
visto sus fuegos de artificio, que ya pertenecían a un pasado legendario.
Cuando el viejo, ayudado por Bilbo y algunos enanos, terminó de
descargar, Bilbo repartió unas monedas, pero ningún petardo ni ningún
buscapié, ante la decepción de los espectadores.
-¡Y ahora, fuera! -dijo Gandalf-. Tendrán de sobra a su debido tiempo. -
Luego desapareció en el interior de la casa junto con Bilbo, y la puerta se cerró.
Los niños hobbits se quedaron un rato mirando la puerta, y se alejaron
sintiendo que el día de la fiesta no llegaría nunca.
Bilbo y Gandalf estaban sentados en una pequeña habitación de Bolsón
Cerrado, frente a una ventana abierta que miraba al oeste sobre el jardín. La
tarde era clara y serena. Las flores brillaban, rojas y doradas; escrofularias,
girasoles y capuchinas, matizaban el césped y se asomaban a las ventanas
redondas -¡Qué hermoso luce tu jardín! -dijo Gandalf.
-Sí -respondió Bilbo-, le tengo mucho cariño, lo mismo que a toda la vieja
Comarca, pero creo que necesito un descanso.
-¿Quieres decir que continuarás con tu plan?-Así es. Me decidí hace meses, y no he cambiado de parecer.
-Muy bien. No es necesario decir nada más. Manténte en tu plan, en tu
plan completo y creo que dará buenos resultados, para ti y para todos nosotros.
-Así lo espero. De cualquier modo, quiero divertirme el jueves y hacer mi
pequeña broma.
-Yo me pregunto quién reirá -dijo Gandalf, sacudiendo la cabeza. -Veremos
-respondió Bilbo.
Al día siguiente, más y más carros subieron por la Colina. Hubo sin
duda alguna queja a propósito de este «comercio local», pero esa misma
semana Bolsón Cerrado empezó a emitir órdenes reservando toda clase de
provisiones, artículos de primera necesidad y costosos manjares que pudieran
obtenerse en Hobbiton, Delagua o cualquier otro lugar de la vecindad. La
gente se entusiasmó; comenzó a contar los días en el calendario, mientras
esperaba ansiosamente al cartero que les llevaría las invitaciones.
Muy pronto las invitaciones comenzaron a salir a raudales y la oficina de
correos de Hobbiton quedó bloqueada y la de Delagua abrumada y hubo que
contratar carteros voluntarios. Un río continuo de carteros trepó por la loma
llevando cientos de corteses variantes de: Gracias, iré con mucho gusto.
En la entrada de Bolsón Cerrado apareció un cartel que decía: Prohibida la
entrada excepto por asuntos de la fiesta. Aun a aquellos que se ocupaban o
pretendían ocuparse de asuntos de la fiesta raras veces se les permitió la
entrada.
Bilbo trabajaba- escribiendo invitaciones, registrando respuestas,
envolviendo regalos y haciendo algunos preparativos privados.
Había
permanecido oculto desde la llegada de Gandalf.
Una mañana, los hobbits despertaron y vieron que el prado del sur junto a
la puerta principal de Bilbo estaba cubierto con cuerdas y estacas para tiendas
y pabellones. Se había abierto una entrada especial en la barranca que daba
al camino y se habían construido allí unos escalones anchos y una gran puerta
blanca. Las tres familias hobbits de Bolsón de Tirada, el terreno lindero,
estaban muy interesadas y eran envidiadas por todos. El Tío Gamyi hasta dejó
de aparentar que trabajaba en el jardín.
Los pabellones comenzaron a elevarse. Había uno particularmente amplio,
tan grande que el árbol que crecía en el terreno cabía dentro y se erguía
orgullosamente a un lado, a la cabecera de la mesa principal. Se colgaron
linternas de todas las ramas. Algo aún más promisorio para la mentalidad
hobbit: se levantó una enorme cocina al aire libre, en la esquina norte del
campo. Un ejército de cocineros procedentes de todas las posadas y casas de
comidas de muchas millas a la redonda, llegó a ayudar a los enanos y a todos
los curiosos personajes que estaban acuartelados en Bolsón Cerrado.
La
excitación llegó a su punto culminante.
De pronto el cielo se nubló. Esto ocurrió el miércoles, víspera de la fiesta.
La ansiedad era intensa. Amaneció el esperado jueves 22 de septiembre. El
sol se levantó, las nubes desaparecieron, se enarbolaron las banderas, y la
diversión comenzó.
Bilbo Bolsón la llamaba una «fiesta», pero era en realidad una variedad de
entretenimientos combinados. Prácticamente habían sido invitados todos los
que vivían cerca. Muy pocos fueron omitidos por error, pero esto no tuvo
importancia, pues lo mismo acudieron. Invitaron además a mucha gente deotras partes de la Comarca y hasta unos pocos de más allá de las fronteras.
Bilbo mismo recibía a los invitados (y acompañantes) junto a la nueva puerta
blanca. Repartió regalos a todos y muchos a algunos que salían por los fondos
y volvían a entrar por la puerta principal. Los hobbits, cuando cumplían años,
acostumbraban hacer regalos a los demás.
Regalos no muy caros,
generalmente, y no tan pródigos como en esta ocasión; pero no era un mal
sistema. En verdad, en Hobbiton y en Delagua todos los días del año era el
cumpleaños de alguien y por lo tanto todo hobbit tenía una oportunidad segura
de recibir un regalo al menos una vez por semana. Nunca se cansaban de los
regalos.
En esta ocasión los regalos fueron desacostumbradamente buenos. Los
niños hobbits estaban tan excitados que por un rato se olvidaron de comer.
Había juguetes nunca vistos, todos hermosos y algunos evidentemente
mágicos. Muchos de ellos habían sido encargados un año antes y los habían
traído de la Montaña y del Valle, y eran piezas auténticas, fabricadas por
Enanos.
Cuando todos estuvieron dentro, y luego de dárseles la bienvenida, hubo
canciones, danzas, música, juegos y como era de esperar, comida y bebida.
Había tres comidas oficiales: almuerzo, merienda y cena, pero el almuerzo y la
merienda se distinguieron principalmente por el hecho de que todos los
invitados estaban sentados y comían juntos. En otros momentos había sólo
grupos de gente que comían y bebían, sucediéndose sin interrupción desde las
once hasta las seis y media, hora en que comenzaron los fuegos de artificio.
Los fuegos de artificio eran de Gandalf; no sólo los había traído, sino que
los había preparado y fabricado. El mismo disparó los más extraños, las piezas
y los cohetes voladores.
Hubo también una generosa distribución de
buscapiés, petardos, bengalas, cohetes, antorchas, estrellitas, velas de enano,
fuentes élficas, duendes ladradores y truenos; todos soberbios. El arte de
Gandalf progresaba con los años.
Hubo cohetes como un vuelo de pájaros centelleantes, de dulces voces; hubo
árboles verdes, con troncos de humo oscuro, y hojas que se abrían en una
súbita primavera; de las ramas brillantes caían flores resplandecientes sobre
los hobbits maravillados y des parecían dejando un suave aroma en el instante
mismo en que ya iban a tocar los rostros vueltos hacia arriba. Hubo fuentes de
mariposas que volaban entre los árboles, columnas de fuegos coloreados que
se elevaban transformándose en águilas, o barcos de vela, o una bandada de
cisnes voladores. Hubo un trueno y relámpago rojo, y luego una lluvia amarilla;
un bosque de lanzas plateadas se alzó, de pronto con alaridos de batalla y
cayó en el agua siseando como cien serpientes enardecidas. Y también hubo
una última sorpresa dedicada a Bilbo, que dejó atónitos a los hobbits, como lo
deseaba Gandalf. Las luces se apagaron; una gran humareda subió en el aire,
tomando la forma de una montaña lejana, vomitando llamas escarlatas y
verdes, Y de esas llamas salió volando n dragón rojo y dorado, no de tamaño
natural, pero sí de terrible aspecto.
Le brotaba fuego de la boca y le
relampagueaban los ojos. Se oyó de pronto un rugido y el dragón pasó tres
veces como una exhalación sobre las cabezas de la multitud. Todos se
agacharon y muchos cayeron de bruces, El dragón se alejó como un tren
expreso, dio un triple salto mortal y estalló sobre Delagua con un estruendo
ensordecedor,-¡La señal para la cena! -dijo Bilbo-, El susto y la alarma se disiparon
inmediatamente y los postrados hobbits se incorporaron de un salto. Hubo una
espléndida cena para todos, excepto los invitados a la cena especial de la
familia que se sirvió en el pabellón, Se limitaron las invitaciones a doce
docenas (número que los hobbits llamaban a esa, aunque el término no se
considerara apropiado para contar gente) y los invitados fueron seleccionados
entre todas las familias a las que Bilbo y Frodo estaban unidos por lazos de
parentesco, con el agregado especial de unos pocos amigos, como Gandalf.
Se incluyeron muchos niños hobbits, con el permiso de las familias, pues los
hobbits no acostaban temprano a los niños y los sentaban a la mesa junto con
los mayores, especialmente cuando se trataba de conseguir una comida gratis.
La crianza de los niños hobbits demandaba una gran cantidad de cereales.
Había muchos de los Bolsón y de los Boffin, también de los Tuk y los
Brandigamo; varios de los Cavada, parientes de la abuela de Bilbo Bolsón y
varios Redondo, relacionados con el abuelo Tuk; y una selección de los Bolger,
Cíñatiesa, Cometa, Ganapié, Madriguera, Tallabuena y Tejonera. Algunos sólo
eran parientes lejanos de Bilbo y otros apenas habían estado alguna vez en
Hobbiton, pues vivían en los remotos confines de la Comarca. No se olvidó a
los Sacovilla-Bolsón. Estaban presentes Otho y su esposa Lobelia. Le tenían
antipatía a Bilbo y detestaban a Frodo, pero les pareció que no era posible
rechazar una invitación escrita con tinta dorada en una magnífica tarjeta.
Además el primo Bilbo se había especializado en la buena cocina durante
muchos años y su mesa era muy apreciada.
Los ciento cuarenta y cuatro invitados, sin excepción, esperaban un
banquete agradable, aunque temían el discurso del anfitrión luego de la comida
(inevitable ítem). Bilbo era aficionado a insertar fragmentos de algo que él
llamaba poesía, aunque fueran traídos de los pelos; y algunas veces, después
de un vaso o dos, aludía a las aventuras absurdas de su misterioso viaje. Los
invitados no quedaron chasqueados; habían tenido una fiesta muy agradable,
en una palabra un verdadero placer: rica, abundante, variada y prolongada. La
adquisición de provisiones en todo el distrito durante la semana siguiente fue
casi nula, cosa sin importancia, pues Bilbo había agotado las reservas de la
mayoría de las tiendas, bodegas y almacenes en muchas millas a la redonda.
El festín concluía (no del todo) y vino el discurso. La mayor parte de los
invitados se encontraba de un humor apacible, en ese delicioso estado en que
«se repletan los últimos rincones» como ellos decían. Estaban sorbiendo
ahora sus bebidas favoritas y saboreando sus golosinas predilectas y ya no
tenían nada que temer.
Por lo tanto estaban preparados para escuchar
cualquier cosa y aplaudir en todas las pausas.
Mi querido pueblo, comenzó Bilbo incorporándose.
-¡Atención, atención! -gritaron todos a coro, poco dispuestos a cumplir lo
que ellos mismos aconsejaban. Bilbo dejó su lugar y se subió a una silla bajo
el árbol iluminado. La luz de la linterna le caía sobre la cara radiante; en el
chaleco de seda resplandecían unos botones dorados. Todos podían verlo de
pie, agitando una mano en el aire y la otra metida en el bolsillo del pantalón.
Mis queridos Bolsón y Boffin, comenzó nuevamente y mis queridos Tuk y
Bolger y Brandigamo y Cavada y Redondo y Madriguera y Corneta y Ciñatiesa,
Tallabuena, Tejonera y Ganapié.-¡Ganapié! -gritó un viejo hobbit desde el fondo del pabellón. Tenía en
verdad el nombre que merecía. Los pies, que había puesto sobre la mesa,
eran grandes y excepcionalmente velludos.
Ganapié, repitió Bilbo. También mis buenos Sacovilla-Bolsón, a quienes
doy por fin la bienvenida a Bolsón Cerrado. Hoy es mi cumpleaños centésimo
decimoprimero: ¡tengo ciento once años!
-¡Hurra! ¡Hurra! ¡Por muchos años! -gritaron los hobbits golpeando
alegremente sobre las mesas. Bilbo estaba magnífico. Ese era el tipo de
discurso que les gustaba: corto y obvio.
Deseo que lo estén pasando tan bien como yo.
Se oyeron aplausos ensordecedores y gritos de Sí (y No). Ruido de
trompetas y cuernos, pitos y flautas y otros instrumentos musicales. Había
muchos niños hobbits, como se ha dicho, e hicieron reventar cientos de
petardos musicales; casi todos traían estampada la marca Valle, lo que no
significaba mucho para la mayoría de los hobbits, aunque todos estaban de
acuerdo en que eran petardos maravillosos. Dentro de los petardos venían
unos instrumentos pequeños pero de fabricación perfecta y sonidos
encantadores.
En efecto, en un rincón, algunos de los jóvenes Tuk y
Brandigamo, en la creencia de que el tío Bilbo había terminado (pues había
dicho sencillamente todo lo que tenía que decir), improvisaron una orquesta y
se pusieron a tocar una pieza bailable. El señor Everardo Tuk y la señorita
Melilot Brandigamo se subieron a una mesa y llevando unas campanitas en las
manos empezaron a bailar el «Repique de campanas», bonita danza aunque
algo vigorosa.
Pero Bilbo no había terminado. Le pidió la corneta a un niño que estaba allí
cerca, se la llevó a la boca y sopló tres veces fuertemente. El ruido se calmó.
¡No les distraeré mucho tiempos, gritó Bilbo entre aplausos. Los he reunido
a todos con un propósito. Algo en el tono de Bilbo impresionó entonces a los
hobbits; se hizo casi el silencio. Uno o dos Tuk alzaron las orejas.
En realidad, con tres propósitos. En primer lugar, para poder decirles lo
mucho que los quiero y lo breves que son ciento once años entre hobbits tan
maravillosos y admirables.
Tremendo estallido de aprobación.
No conozco a la mitad de ustedes, ni la mitad de lo que querría y lo que yo
querría es menos de la mitad de lo que la mitad de ustedes merece.
Esto fue inesperado y bastante difícil.
Se oyeron algunos aplausos
aislados, pero la mayoría se quedó callada, tratando de descifrar las palabras
de Bilbo y viendo si podía entenderlas como un cumplido.
En segundo lugar, para celebrar mi cumpleaños.
Aplausos nuevamente.
Tendría que decir: nuestro cumpleaños, pues es también el cumpleaños de
mi sobrino y heredero Frodo. Hoy entra en la mayoría de edad y en posesión
de la herencia.
Se volvieron a escuchar algunos aplausos superficiales de los mayores y
algunos gritos de «¡Frodo! ¡Frodo! ¡Viva el viejo Frodo!» de los más jóvenes.